Joven y de izquierdas no es ningún delito
Es posible que nos hayamos confundido de sub-lema. Quizá debiera haber sido joven y de izquierdas no debería ser un delito. Más que nada porque últimamente nos andamos preguntando si el pensar y actuar como lo hacemos está tipificado en alguna ley, en la Constitución o en algún otro documento como ilegal.
Expliquémonos. Comprendemos que la izquierda revolucionaria debe ser consecuente con las luchas de liberación, que a nuestro juicio pueden resumirse en tres pilares básicos de enfrentamiento; la lucha de liberación nacional que comprende la soberanía de los pueblos, su autodeterminación o su independencia ante los estados opresores; la lucha antisexista, contra los valores machistas especialmente y hembristas en mucha menor medida, que nos afectan a tod@s; y por supuesto la lucha de clases, que conlleva el rechazo del sistema capitalista y sus mil caras (imperialismo, fascismo, racismo, privatizaciones, globalización, etc). Todos estos puntos deben ser acometidos por la izquierda, sin restar prioridad a ninguno de ellos, pues sin la liberación en uno de ellos no habrá liberación real y total.
Últimamente podemos contemplar en Madrid como al reconvertido Tribunal de Orden Público, léase Audiencia Nacional, llegan decenas de jóvenes. ¿Cuál es su delito? Participar en alguna de las luchas anteriores. Ser anticapitalistas, ser soberanistas, ser antifascistas y, obviamente, ser consecuentes con lo que dicen ser. Así, hemos tenido que ir allí a mostrar nuestro apoyo y nuestra solidaridad a pres@s galleg@s, a antimonárquic@s llegados desde los Países Catalanes o a jóvenes vasc@s que se organizaban en diferentes colectivos para hacer oír la voz de su pueblo a quienes no quieren escuchar. Y si hay que ilegalizar medios, partidos o asociaciones antirrepresivas, pues se ilegalizan y punto. No hay que ser muy inteligente para observar como por la Audiencia Nacional desfilan especialmente personas integrantes de los movimientos de liberación nacional más potentes del Estado español. Pero la cosa no queda ahí, no sólo se reprime a los sectores más vinculados con movimientos independentistas o soberanistas (y entre ell@s, por supuesto, también a l@s castellan@s de diversas maneras, aunque en menor medida).
Son curiosos los déficits democráticos que padece el estado; cuando contemplamos como las mujeres son criminalizadas por abortar, con los de las sotanas hablando de moralidad detrás y con los medios de comunicación acosándolas. Cuando nos escandalizamos de que un fiscal pida a 14 jóvenes asturian@s 35 años de prisión por participar en un acto contra el fascismo callejero. Cuando vemos como sindicalistas son despedidos (Enrique de Trabajadores Unidos en Valladolid) o encarcelados (Cándido y Morala). También cuando las fuerzas de seguridad del estado persiguen e intimidan a inmigrantes en el Metro de Madrid ante la estupefacta mirada de l@s transeúntes.
La sombra de la ilegalización de las ideas como arma política se ha extendido también por Castilla, después de aplicarla sin cesar en el pueblo vasco. Así, hemos visto las intentonas contra la Coordinadora Antifascista de Madrid y contra Izquierda Castellana, que de momento no han prosperado. Estas dos experiencias nos han ayudado a comprender el papel de los medios de comunicación de masas en los procesos criminalizadores, llevando de cadena en cadena, de emisora en emisora y de programa en programa a portavoces policiales y periodistas de poca monta para que repitieran las mismas mentiras en todos los espacios posibles, intentando que un absoluto engaño se convierta en la más incuestionable de las verdades a base de repeticiones.
No podemos olvidar tampoco al fascismo callejero, ese que nos robó hace un año al compañero Carlos. Pero no nos engañemos, al fascismo callejero lo oxigena el institucional. El fascismo actúa con total impunidad en el Estado español gracias a la complicidad de las Fuerzas de Seguridad del Estado, de la Justicia y de los medios de comunicación. La no ruptura con el régimen franquista consagrada por la Constitución de 1978 ha evitado la depuración de los elementos fascistas que tantas veces hemos señalado. La continuidad de estos dispositivos, de estas personas y de esas mentalidades retrógradas nos sigue persiguiendo aún 33 años después.Sin embargo la maquinaria de la represión no nos debe amedrentar. Si nos coartan es que lo estamos haciendo bien, que les estamos dando donde duele y que suponemos un peligro para su continuismo. Así que si ell@s incrementan sus ataques, nosotr@s aumentaremos nuestra lucha y resistencia… y si no, también.
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